Nadaba en estas generalidades cuando veo una señora mayor que se acerca lentamente ayudándose de un andador y buscando algo de calor se sienta a mi lado. Pasan de forma constante guaguas de diferentes líneas pero parece que la señora no tiene prisa por llegar a su casa. Empiezo a advertir que sin merecimiento por mi parte me hará participe de sus confidencias...
Cuenta que la noche anterior no ha dormido nada,pues un mal nacido le ha dado una broma por teléfono, diciéndole que su hijo ha tenido un accidente de tráfico. Ella llama desesperada a todas las urgencias, donde como es natural no le dan noticias...se está vistiendo para coger un taxi sin saber bien donde dirigirse cuando casualmente él llama tranquilizándola. Pero el mal está hecho y el resto de la noche el sueño la ha olvidado...
"Mi hijo está muy delgado, trabaja mucho, yo le digo que pase por casa para estar segura de que se alimenta con fundamento...su esposa está en la península y el no se cuida lo suficiente; además así me siento más acompañada...Esta noche yo gritaba pero ningún vecino acudió..."
Somos cada vez más inhumanos (pienso), nadie quiere problemas. La indiferencia va ganando terreno en esta sociedad bombardeada por un conjunto de fuerzas contradictorias que influyen en nuestros actos...
Abandonando este retazo de vida, la señora se decide a subir en la línea 2. Resignada, regresa a sus silencios...
Después de esta noche la he visto alguna que otra vez en diferentes paradas de autobús ayudándose de su andador, compartiendo con desconocidos de buena fe, su implacable realidad. Fugitiva, como tantos, de su creciente soledad.
Adriana Nazca.
Adriana Nazca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario