martes, 25 de marzo de 2014

                       

Microrrelato.
No puedo recordar cuantas veces he muerto...

viernes, 21 de marzo de 2014


CAFÉ CON ESQUIZOFRENIA  ( solo cuando la esquizofrenia es dulce)

Entre fármaco y fármaco Roberto, perdón! Robert, decidió que debía hacer algo con su vida. Se levanto de la cama y se dirigió al teléfono con el fin de llamar a su honorable madre; no soportaba más su cansancio ocioso, su matrimonio sin amor, sus cocacólas, sus hamburguesas…pero la señal de alarma se encendió cuando percibió que incluso su guitarra empezaba a precipitarse entre los objetos de su desconfianza
                                                                                                         
… su madre le había dicho: “necesitas unas clases de pintura” … en poco tiempo estaría dispuesto para realizar una exposición, no en vano era un chico inteligente. Quedaba sin embargo en su conciencia unos restos de puritanismo que le hicieron intercalar entre estos pensamientos la peregrina idea de que era un tanto presuntuoso, pero la descartó ampliamente, solo se trataba del reconocimiento de sus propias facultades, las cuales se apoyaban en un pensamiento “liberal” puesto a prueba en infinitas ocasiones.
                   Había pasado dos años vacios, alimentados de bellos y gigolisticos recuerdos, inconsistencias que le llevaron hasta la consulta de uno de los más prestigiosos psiquiatras de la comunidad. Bien!todo era agua pasada y esta llamada debía decidir el principio de una nueva etapa en su deteriorada juventud… como sucede con frecuencia en estas súbitas inspiraciones no dejo de sorprenderle que solución tan sencilla no se le ocurriera con anterioridad…
                                                                 
…de la cabina  telefónica salió una señora gruesa extrañamente ajena a los planteamientos existenciales de Roberto, perdón! Robert. Efectuada la llamada y con una dirección en el bolsillo emprendió  la búsqueda por el barrio antiguo de la ciudad.
               Durante el tiempo inmediatamente anterior renovó cada mañana su profesión de odio  hacia población tan isleñamente pueblerina y seguramente fue una resignación inevitable lo que hizo que aquel día las casas aparecieran ante sus ojos con una cierta nobleza; piedra madera y barro estas se extendían frente al mar entre palomas reflejos de vidrieras y lamentos de campanas, pero, a lo que íbamos! Cercana la hora del mediodía continuaba sin encontrar la susodicha calle y un poco impaciente entro con ánimo de informarse en el establecimiento de un ebanista. Aquí los ángeles del infierno, ( viejos conocidos de  Robert de cualquiera de sus otras vidas) acordaron jugarle una romántica broma. Y aquí tienen a nuestro amigo camino de un nuevo taller de arte, ya que el ebanista desconociendo la dirección  que rezaba en el papel le garantizaba los servicios de una nueva profesora…
                El flechazo fue instantáneo. Bueno, así me contaron! y aunque en la trastienda de los pensamientos de R. algo le advirtiera sobre los peligros de una cierta irrealidad, se dejó envolver por la música, las flores y aquella voz cadenciosa, parecíale haber encontrado un “gurú” digno además de su amor…
                                                                             …se imagino inocente, pero presiento que sólo logro identificarse con la sombra de su propia creencia, aún así, su practica en ser incondicional a sí mismo le permitió habitar una especie de éxtasis bastante similar al amor. Los días pasaban y él sólo vivía para bendecir el momento en que había decidido cambiar de vida. Contaba a cuantos deseaban oírle y a los que no, su maravillosa aventura. Sintiéndose en dificultad para transmitir todo el caudal de sus emociones en simples palabras determinó hacer versos y cantarlos, aún sin sospecharse glorioso…
                 Por momentos sus ojos se llenaban de lágrimas ante felicidad tan peculiar y profunda, incluso llegó a reconciliarse con viejos conocidos; la ciudad parecíale menos limitada y hasta creo que su conciencia se orientaba revolucionariamente. Incapaz de evolución tan vertiginosa decidió apuntar puntualmente cada una de las cosas que decidió sentir y decidió por último, hacer una lista de las cualidades y defectos de su amada…algo empezaba a inquietarle…especialmente  (¿) …no parecía  haber en ella una buena predisposición al sacrificio…y mujeres así, ya se sabe!  …Sin embargo le satisfacía reconocer que sus cualidades eran innumerables. No en vano él había decidido amarla. Un buen ejemplo era su maravillosa manera de preparar el café, aquel café que poseía el poder de rescatarle de tantas y tantas hipérboles fármicas. Así entre cigarrillo y cigarrillo en medio de la humareda sentimental confecciono con toda la precisión de que fue capaz la mencionada lista inimitable fusión de idiomas, en la que se mezclaba el sexo, el cerdo agridulce y algo sobre la histeria femenina que parecía tomar muy muy en serio. Fue haciendose conmovedor su intento de teorizar, de solidificar los “instantes”que escapaban inexorables, casi siempre disgregados y rebeldes a cualquier estructura conocida…pero acaso había disfrutado dentro de la legalidad anímica de uno solo de tan sublimes momentos…? NO! sobre esto no había duda, se trataba mas bien de la fatiga que le producía el no ser “propietario” de la situación; si se me permite expresarlo así lo que no terminaba de resultarle asimilable…
                                                                                             …si todo enamorado siente la sensación de estar estrenando el sol, a nuestro personaje después de tanto horizonte intrauterino este llegaba incluso a parecerle amenazante; pero pese a estos pequeños condicionantes su felicidad espesaba, ante su perplejidad y la de cuantos compartían sus aventuras. A diferencia de sus relaciones anteriores esta carecía de violencia, será por esto que un buen día, sospechoso de tanta perfección como buen hombre de nuestro siglo, creyó llegada la hora de comprobar las transformaciones emocionales que su benéfica persona efectuaba sobre el objeto de su amor. Las circunstancias parecían prometedoras y un poco por iniciativa propia, otro poco aleccionado por un buen amigo, acordó investigar sobre la patología de aquella co-existencia. Realmente a él no le resultaba peligrosa la situación, pero siempre es mejor valorar prudentemente los acontecimientos; pensó y pensó cual sería la prueba ideal a la que debía someter a su adorada consecuencia…
                                   …y sumamente satisfecho de sus indagaciones llegó a la conclusión de que lo más eficiente seria privarla de su presencia…Si, después de comprobar su reacción él  podría estar tranquilo respecto a su dependencia emotiva. Tal vez el juego era un poco cruel, pero la intención era buena. Adorno durante días cuidadosamente sus actos, el momento lo merecía, y al cabo, convencido de hacer lo mejor para los dos, actuó, con la mayor honestidad.
            Sentado en el sillón amarillo, tapizado de exóticos pájaros y con una bellísima música de fondo revivió el indispensable ritual…adecuo la terminología y el timbre de voz…tal vez porque, en el último instante sospecho, la posibilidad de un…error.
           

                                          Rosamaría Sánchez Benítez  (Adriana Nazca) 1984- 85)



martes, 18 de marzo de 2014

RÉQUIEN

Ángel siente escalofríos y ganas de vomitar, sabe que ha perdido a sus hijos pero solo puede pensar que no tiene dinero para comprar su próxima dosis. Una y otra vez cae en este infierno del que no puede salir. Ya no dispone de su trabajo en la orquesta ni frecuenta a su familia; ahora toca en la calle para un público autista que casi no le ve y que rara vez le deja una triste moneda en la funda de su violín. Los conocidos, pasado el tiempo, le han dado por desaparecido. Ahora solo le rodea una soledad infinita...mientras la vida se ha convertido para el en un único y furtivo delirio...
Tirita y lucha por recobrar el aliento en esta estación central, estación de salida donde la oscuridad no tardará en llegar...
Maldita condición mortal ! susurra en un último desvarío...
Amarga condición mortal ! desdice su eco...
                                                                           Adriana Nazca.



martes, 11 de marzo de 2014


  • GRIETA
Un verano mi sombrero voló hasta el infierno. Cayó sobre una azotea vecina y continuó su descenso al mismo centro de la desesperanza. De haber conocido su paradero habría evitado el rescate, pero parece escrito  que hemos de tocar en la puerta de cada uno de nuestros presentimientos.
                                                                                                                          Con anterioridad he oído enmohecidos gritos y observado casualmente como un hombre, en quien habita la parálisis, se hace transportar de un lugar a otro, alquilando energía con la cual falsear sus límites físicos. Aún así el espectáculo  que se ofrece a mi vista en el instante de abrirse la puerta desborda cualquier asombro. Aberraciones destinadas a absorberse indefinidamente, perturbaciones víctimas de su propia finalidad, acaso caridad...
sólo dos pasos y la cancerosa sensación de no poder retroceder me aprieta la garganta. Subrayando la naturaleza de aquel temor alguien agarra mi brazo acariciándome  infantilmente; parece un ser monstruoso de sexo impredecible al que los demás aplauden su atrevimiento.
                                                                                             En la atmósfera se palpa un extraño olor, un olor irreductible, que procede de las baldosas. Toda enfermedad o deformación tiene su representación en este espacio, como criaturas de arca en un coleccionismo difícil de superar.
                                                                                                                Algo semejante al asco se desarrolla paralelo al impulso de huir, de librarme de aquella pesadilla cuyo origen consciente la hace más inalterable...
                  Unos metros más allá continua la calle, la mañana resplandeciente de espontanea actividad, pero sé que alcanzar la puerta no me libra de esta sensación. Me he convertido accidentalmente en punto de convergencia entre dos realidades...
                                                    Se me agolpan los contenidos, tantos y tantos andamios psicológicos...siento vergüenza de mi plenitud (incapaz de afirmarse en la negación) y en ese momento mi asco se convierte en algo saludable. A continuación comprendo que puedo caer en el distanciamiento de una realidad, cosa poco conveniente, aunque esta sea incalificable.
                                                                                               Sentir pena, o deseos de desaparecer aquellos "errores" de la naturaleza no dejan de ser sensaciones tan inútiles como dudosas.
Solo me queda pues, una posibilidad; ensayar la asimilación del horror mismo y algo mas complejo aún, aceptar la nausea que conlleva toda "virtud"...
                                                                     Adriana Nazca.                                                                                  
Fugacidad

Sentada al borde de los años
veo huir las horas
en un extraño pacto con el tiempo...
Lejana queda la soledad infantil
y las sombras ardientes de la juventud,
en este instante feliz,siento abrirse
la puerta intemporal de los misterios...
                       Adriana Nazca

domingo, 9 de marzo de 2014

Muchas veces me he preguntado que me animaba a continuar, las diferentes contestaciones me parecieron tan provisionales que acabé por imaginar que las olvidaba...
                                                                                      ...Traté de encontrarte sin saber quien o que eras...
te acepté como a una necesidad desconocida y torpemente continuo detrás de los pájaros...siempre detrás de los pájaros...en un intento de recuperar la memoria...como los peces lunares remontan los secretos de la Creación.Todo está en ti isla amada, todo está en ti! me repito, e intento descansar, pero aquella constelación habita ya detrás de mis ojos...
                                                                 Adriana Nazca