- GRIETA
Un verano mi sombrero voló hasta el infierno. Cayó sobre una azotea vecina y continuó su descenso al mismo centro de la desesperanza. De haber conocido su paradero habría evitado el rescate, pero parece escrito que hemos de tocar en la puerta de cada uno de nuestros presentimientos.
Con anterioridad he oído enmohecidos gritos y observado casualmente como un hombre, en quien habita la parálisis, se hace transportar de un lugar a otro, alquilando energía con la cual falsear sus límites físicos. Aún así el espectáculo que se ofrece a mi vista en el instante de abrirse la puerta desborda cualquier asombro. Aberraciones destinadas a absorberse indefinidamente, perturbaciones víctimas de su propia finalidad, acaso caridad...
sólo dos pasos y la cancerosa sensación de no poder retroceder me aprieta la garganta. Subrayando la naturaleza de aquel temor alguien agarra mi brazo acariciándome infantilmente; parece un ser monstruoso de sexo impredecible al que los demás aplauden su atrevimiento.
En la atmósfera se palpa un extraño olor, un olor irreductible, que procede de las baldosas. Toda enfermedad o deformación tiene su representación en este espacio, como criaturas de arca en un coleccionismo difícil de superar.
Algo semejante al asco se desarrolla paralelo al impulso de huir, de librarme de aquella pesadilla cuyo origen consciente la hace más inalterable...
Unos metros más allá continua la calle, la mañana resplandeciente de espontanea actividad, pero sé que alcanzar la puerta no me libra de esta sensación. Me he convertido accidentalmente en punto de convergencia entre dos realidades...
Se me agolpan los contenidos, tantos y tantos andamios psicológicos...siento vergüenza de mi plenitud (incapaz de afirmarse en la negación) y en ese momento mi asco se convierte en algo saludable. A continuación comprendo que puedo caer en el distanciamiento de una realidad, cosa poco conveniente, aunque esta sea incalificable.
Sentir pena, o deseos de desaparecer aquellos "errores" de la naturaleza no dejan de ser sensaciones tan inútiles como dudosas.
Solo me queda pues, una posibilidad; ensayar la asimilación del horror mismo y algo mas complejo aún, aceptar la nausea que conlleva toda "virtud"...
Adriana Nazca.
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